lunes, 26 de diciembre de 2011

9ª Etapa: Astorga-Ponferrada, o "Comienza la marchita de Rosendo"

Bitácora del Martes 27 de septiembre de 2011


Recorrido: Astorga-Ponferrada
Kilómetros: 56.500
Tiempo dando pedales: 4 horas 46 minutos


Ayer pensaba que no me iba a poder mover, pero no hay nada que no puedan 2 ibuprofenos y 8 horas de descanso.


Tras el desayuno y prepararnos para la faena, hemos dado un paseo por Astorga a la vez que seguimos las flechas amarillas para continuar camino, aprovechando para fotografiar.
Mantecadas de Astorga

Frente al hotel

Una pasada ¿no? ¡y a nosotros nos parece brutal el madrileño!


Sabiendo lo tragaldabas que somos, os estaréis preguntando "Aún no han dicho nada del cocido maragato ¿no se han zampado uno?" pues no, y no por falta de ganas, pero es demasiado fuerte para la cena, y en caso de haberlo pedido para comer... no habríamos llegado a Astorga (al menos en el tiempo previsto, jajaajajaja). Y qué mejor luego que un paseito por las murallas de esta hermosa ciudad. Directamente va a engordar el tamaño de nuestra carpeta de "Cosas Pendientes"

Catedral Santa María



el Campanario

A la salida de Astorga el camino comienza bajando "qué bien!" -pienso, aunque sé que va a durar poco. En Murias de Rechivaldo, a 3.5 kilómetros más o menos, ya empieza una ligerísima subida.

"Castrillo de Polvazares, un pueblo del país de la tierra. En bicicleta no cuesta mucho dar un rodeo para conocer esta población maragata..." -escribe Juanjo Alonso. Carlos y yo nos miramos... "En otra ocasión será, ajajajajaja, que los rodeos de Juanjito no nos han traído nada bueno" -nos reímos.
Y lo cierto es que hoy, repasando ruta e información, pienso que sí podíamos habernos acercado ¡en fin!   a la carpeta también.
Pasamos Santa Catalina de Somoza y el Ganso sin problemas. Bonitos pueblos y tierras rurales con caminos bien cuidados y fácilmente transitables. No hay mucha distancia entre ellos y el paisaje ha cambiado. Nos alegra que se haya acabado la monotonía.
Santa Catalina de Somoza

Peregrinos de todo el mundo hacen el Camino

Un ganso, que no quiso hacerlo... en El Ganso, jejeje

A esta foto le he aplicado un "efecto en B/N" porque según la vi así se me vino la estampa a la mente : una de esas fotos antiquísimas que rescatas de la caja de tu abuelo...
Pasado El Ganso terminan los andaderos y el asfalto es compartido por caminantes y ciclistas. Casi no pasó ningún coche. Y ese "casi" nos parece que es la palabra clave, porque a algunos ya les vale.

Ahora os propongo una pregunta de seguridad vial: ¿qué viandantes, al verse obligados a caminar por una carretera por donde casi no circulan vehículos a motor, lo están haciendo bien, A o B?

A

B
Diferentes formas de hacer el camino: esta mujer lleva sus enseres en un carro, que iba empujando, acompañada por su perrito.

Unas cuestecillas de aperitivo y luego elegimos, como tantos otros peregrinos, Rabanal del Camino como lugar de parada y fonda antes de enfrentarnos con las duras rampas de los Montes de León. Al acabar e ir a coger a la gordita, le digo a Carlos: "No sé si voy a poder, tengo las rodillas muy resentidas", "Tú, sigue una marchita y al tran-tran, como dice Rosendo" -me anima Carlos.
Los pajarillos esperan a que nos levantemos, por si hemos dejado alguna migaja.
Antes de salir hemos entablado conversación con unos bicigrinos franceses, mayorcitos y experimentados, y muy, muy simpáticos.
Saliendo de Rabanal
Y así subimos, poquito a poco, cantando "Sigue una marchita y al tran-tran, buscando la salida, porque si hay una salida por aquí tiene que estar... pica-porte, no es que me meta ni me im-porte... berbe-re-cho..."


Ya no se ven peregrinos a pie, ellos cogen camino, los ciclistas continuamos por la misma carretera.


Funciona. Hemos llegado a Foncebadón con esta "marchita". Creíamos que ya estábamos, que en cualquier momento aparecería la cruz, pero no, aún nos faltaban un par de kilómetros con sus respectivas par de rampas. En una de ellas tuve que parar y empujar la bici (increíble me había parecido no tener que hacerlo hasta ese momento y haber subido dando pedales)
Vista de los Montes pasado Foncebadón
Carlos me enseña la herida de su rodilla. Aunque  es mucho más pequeña, ya estamos empatados. Se le ha salido la cadena y ¡pum! ¡al suelo!. Yo me lo he perdido, ya sabéis que voy siempre bastante por detrás.

Vista de Foncebadón desde el alto, donde volvemos a coincidir con los franceses.

Ya se divisa la Cruz de Ferro




He aquí los compañeros franceses


Uno de ellos hablaba español, el que nos echó la foto.
Al llegar no nos pareció gran cosa, pero al empezar a subir el montículo, formado por piedras, recuerdos, fotografías de seres queridos, objetos... montones de cosas, que han ido dejando miles y miles de peregrinos en su camino... fue emocionante. Uno no puede evitar acordarse de todas las personas que ya no están. Carlos no ha dicho nada, ni yo tampoco, pero ambos pensábamos lo mismo, cuando hemos dejado, tal cual manda la tradición, nuestro "granito de arena".


Y sentimos que hemos superado una etapa muy importante del Camino. Al igual que antaño, pues no es difícil imaginar cuán duro era ser peregrino en esos tiempos en que estos montes eran frecuentados también por bandoleros.

Y aparece el famoso refugio del hospedero templario de Manjarín. Y uno cree que lo peor ya ha pasado...
...pero no. Aún quedan un par de buenas rampas (en una de ellas, me vuelvo a bajar de la bici) hasta encontrar un cartel que advierte "atención ciclistas, fuertes pendientes en 15 kilómetros", "¡¡arre paca!!" -pensamos.
Y tal cual pensábamos, así han sido: ¡tremendas!. Hasta llegar a el Acebo, peligrosas, pero vaya que vaya; del Acebo hasta Molinaseca ¡vertiginosas! Al parar, Carlos se ríe y me dice que bajo como una loca, pero yo tenía los dedos de las manos, e incluso los dientes, agarrotados de apretar el freno.
El Acebo






Molinaseca


el cartel me resulta gracioso, pero... si está es porque a alguien se le ha ocurrido...

Mirando hacia donde hemos bajado, ¡se me ponen los pelos de punta!
Unos 6 kilómetros después hemos llegado a Ponferrada, una ciudad bastante grande. "Seremos unos 60.000 - nos ha dicho el dueño del Hostal San Miguel- pero seguimos siendo un pueblo". Esta afirmación a mi me parece preciosa. Y es que hemos ido recomendados por el dueño de una tienda-taller de bicicletas, primer sitio a donde hemos tenido que acudir, pues mis frenos iban algo raros y pasado mañana nos espera el temido  O'Cebreiro.
- ¿habéis abusado de frenos? -nos pregunta el señor mientras los revisa, que ha rellenado con un líquido y no nos ha querido cobrar (le damos las gracias de nuevo desde aquí).
- Sí, un poco sí, ajajajajajaja


Hemos llegado a las cinco de la tarde, por lo que hemos tenido tiempo suficiente de apañarnos y dar un paseo por la ciudad.




Castillo de los templarios, en Ponferrada.

Cuando en 1178 Ponferrada pasa a depender de la Orden del Temple, los templarios se encuentran una pequeña fortaleza que fue en su origen castro y posteriormente ciudadela romana.
Ellos la amplían y mejoran como defensa del Camino de Santiago, estando acabada en 1282.
 


Se encuentra en una zona perfecta para labores defensivas y de observación, en un alto y junto a un río.

Plaza Virgen de la Encina, con la Torre del Reloj al fondo.


Basílica Ntra. Sra. de la Encina. La escultura, de Venancio Blanco , recrea la leyenda que cuenta que durante la construcción de la Fortaleza de Ponferrada un caballero templario encontró en el hueco de una vieja encina una imagen de la virgen, que allí había sido ocultada siglos atrás ante el temor del avance sarraceno.

La virgen de la Encina es la patrona del Bierzo.
La Torre del Reloj



Paramos en la Plaza de la Virgen de la Encina a tomar un vinito y después cenamos pronto, un menú en el mismo Hostal San Miguel. Para mañana hemos preparado una etapa corta y así guardar fuerzas para el O'Cebreiro: Ponferrada-Portela de Valcarce, 40 kilómetros.

El pensamiento del día: Siguiendo la marchita de Rosendo... ¡así será como lo conseguiremos!

La etapa de hoy se la dedicamos a todos nuestros seres queridos que ya no están, y en especial a Jose María, padre de Carlos, que le sigue acompañando en el día a día. En esta "aventurilla" no iba a ser menos.